Por Gita Gopinath
La economía mundial se encuentra en una desaceleración sincronizada y, una vez más hemos recortado la proyección de crecimiento para 2019, a 3%, el ritmo más lento desde la crisis financiera internacional. El crecimiento sigue viéndose debilitado por las crecientes barreras comerciales y la agudización de las tensiones geopolíticas. Estimamos que las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China reducirán acumulativamente el nivel del PIB mundial en un 0,8% para 2020. El crecimiento se ve frenado por factores específicos de cada país en varias economías de mercados emergentes, y por fuerzas estructurales, como el bajo aumento de la productividad y el envejecimiento demográfico en las economías avanzadas.
En la edición de octubre de Perspectivas de la economía mundial proyectamos una leve mejora del crecimiento mundial, a 3,4% en 2020; es decir, otra revisión a la baja de 0,2% con respecto a nuestras proyecciones de abril. Ahora bien, a diferencia de la desaceleración sincronizada, esa recuperación no es generalizada y sigue siendo precaria.
Esta debilidad del crecimiento obedece a un brusco deterioro de la actividad manufacturera y el comercio mundial; el aumento de los aranceles y la persistente incertidumbre en torno a la política comercial han asestado un golpe a la inversión y la demanda de bienes de capital. Asimismo, la industria automotriz se está contrayendo también como consecuencia de una variedad de factores, como los trastornos causados por las nuevas normas sobre emisiones en la zona del euro y China que han producido efectos duraderos. En general, en términos de volumen, el crecimiento del comercio internacional se redujo a 1% en el primer semestre de 2019, el nivel más bajo desde 2012.
En contraposición a la debilidad de la actividad manufacturera y el comercio, en la mayor parte del mundo el sector de los servicios conserva el vigor, gracias a lo cual los mercados de trabajo de las economías avanzadas se mantienen firmes y el aumento de los salarios, saludable. Sin embargo, se observan algunos indicios iniciales de que el sector de los servicios se está enfriando en Estados Unidos y la zona del euro.
La política monetaria ha desempeñado un papel significativo como sostén del crecimiento. Ante la ausencia de presiones inflacionarias y el debilitamiento de la actividad económica, los grandes bancos centrales han adoptado apropiadamente medidas de expansión para conjurar los riesgos a la baja para el crecimiento e impedir que las expectativas inflacionarias se desanclen. Según nuestra evaluación, si ese estímulo monetario no se hubiera producido, el crecimiento mundial sería 0,5 puntos porcentuales más bajo tanto en 2019 como en 2020.
Las economías avanzadas continúan enfriándose, en dirección a su potencial a largo plazo. La previsión de crecimiento también se ha revisado a la baja, a 1,7% en 2019 (en comparación con 2,3% en 2018) y se proyecta que se mantendrá en ese nivel en 2020. La firmeza de las condiciones en los mercados de trabajo y el estímulo proporcionado a través de las políticas están contribuyendo a contrarrestar el impacto negativo del debilitamiento de la demanda externa en estas economías.
El crecimiento en las economías de mercados emergentes y en desarrollo también se ha revisado a la baja, a 3,9% en 2019 (en comparación con 4,5% en 2018) debido en parte a la incertidumbre en torno al comercio mundial y las políticas internas, y a la desaceleración estructural en China.
La recuperación del crecimiento mundial en 2020 está impulsado por las economías de mercados emergentes y en desarrollo, para las que se proyecta un repunte del crecimiento a 4,6%. Alrededor de la mitad de esa mejora es atribuible a la recuperación o a recesiones menos profundas en mercados emergentes sometidos a tensiones, como Argentina, Irán y Turquía, y el resto, a la recuperación de países cuyo crecimiento en 2019 fue significativamente inferior al de 2018, como Arabia Saudita, Brasil, India, México y Rusia. Sin embargo, estas recuperaciones están sujetas a un considerable grado de incertidumbre, especialmente dado que se prevé que grandes economías como Estados Unidos, Japón y China se desaceleren aún más en 2020.
Agudización de los riesgos
Asimismo, el crecimiento está sujeto a varios riesgos a la baja. La intensificación de las tensiones comerciales y geopolíticas, incluidos los riesgos relacionados con el brexit, podrían trastocar aún más la actividad económica y hacer descarrillar una recuperación que ya es frágil en las economías de mercados emergentes y la zona del euro. Esto podría provocar un cambio abrupto en la actitud frente al riesgo, causar trastornos financieros y revertir los flujos de capitales de las economías de mercados financieros. En las economías avanzadas, la baja inflación podría arraigarse y acotar aún más el margen de maniobra de la política monetaria en el futuro, limitando su eficacia.
Políticas para estimular el crecimiento
A fin de revitalizar el crecimiento, las autoridades deben desmantelar las barreras comerciales mediante acuerdos perdurables, poner freno a las tensiones geopolíticas y reducir la incertidumbre en torno a las políticas internas. Estas medidas pueden contribuir a reforzar la confianza y revitalizar la inversión, la actividad manufacturera y el comercio. A ese respecto, esperamos con interés más detalles sobre el reciente acuerdo provisional alcanzado entre China y Estados Unidos. Consideramos que todo paso que se dé para reducir las tensiones y revertir las recientes medidas comerciales es positivo, en especial si conduce a un acuerdo integral y duradero.
A fin de conjurar otros riesgos para el crecimiento y estimular el producto potencial, la política económica debería respaldar la actividad de manera más equilibrada. La política monetaria no puede ser la alternativa única; debe ir acompañada de respaldo fiscal si se dispone del margen de maniobra fiscal necesario y si la orientación de dicha política no es de por sí excesivamente expansiva. Países como Alemania y Países Bajos deberían aprovechar los bajos niveles de las tasas de interés pasivas para invertir en capital social e infraestructura, incluso desde el punto de vista puramente de costos-beneficios. Si el crecimiento desmejorara más, posiblemente resultaría necesaria una respuesta fiscal coordinada a nivel internacional y adaptada a las circunstancias de cada país.
Aunque la distensión monetaria ha apuntalado el crecimiento, es esencial desplegar hoy una regulación macroprudencial eficaz para evitar que los riesgos se valoren incorrectamente y que se acumulen excesivas vulnerabilidades financieras.
Para lograr un crecimiento sostenible es importante que los países emprendan reformas estructurales que aumenten la productividad, mejoren la resiliencia y reduzcan la desigualdad. Las reformas en las economías de mercados emergentes y en desarrollo también son más eficaces cuando ya existe una buena gestión de gobierno.
En resumen, las perspectivas mundiales siguen siendo precarias ante una desaceleración sincronizada y una recuperación incierta. Con un crecimiento de 3%, no hay margen para políticas erradas y es urgente que las autoridades actúen para respaldar el crecimiento. Es necesario mejorar el sistema de comercio mundial, no abandonarlo. Es necesario que los países trabajen mancomunadamente porque el multilateralismo sigue siendo la única solución para hacer frente a los grandes problemas, como los riesgos derivados del cambio climático, los riesgos de ciberseguridad, la evasión y la elusión de impuestos, y para abordar las oportunidades y desafíos de las nuevas tecnologías financieras.